sábado, 27 de octubre de 2007



ESCRITO SOBRE LA HOJARASCA,
El OBJETO Y EL DUELO


Mario Bernardo Figueroa M.

Del hijo que esperaba Meme tampoco se supo nada. Recordemos entonces que en Cien años de soledad Meme es la madre de ese niño desaparecido por la abuela Fernanda del Carpio, quien decepcionada por la unión sin matrimonio de su hija Meme con el bastardo Mauricio Babilonia la lleva embarazada a un convento en Bogotá y nunca vuelve a saber nada de esta hija; sólo le llega a los meses el bebé que decide ocultar en el taller del coronel Aureliano. Allí, este pequeño sin apellido ni existencia para los otros, aprende a leer y es a él, a este refundido Buendía condenado a la inexistencia, a quien le corresponderá realizar la doble tarea del incesto y del desciframiento de los pergaminos.



Solitarios abismos del cuerpo


Juliana Torres Forero
Meme llena los vacíos de la ausencia con minúsculas mariposas amarillas, que son a la vez promesa de deseo y de muerte.

MAURICIO BABILONIA



La soledad se manifiesta de diferentes maneras dentro de la misma familia. Úrsula se aísla en la decrepitud de su vejez y ceguera. Meme se hunde en una soledad profunda al volverse loca a causa de su novio clandestino, Mauricio Babilonia. José Arcadio Segundo se aísla en el silencio del taller, interrumpido sólo por las entradas y salidas de su madre, Santa Sofía de la Piedad. Sea como sea la soledad de cada personaje, hay un elemento común a todos los tipos de soledad, que es la imposibilidad de compartirla debido a su naturaleza insolidaria. Petra Cotes y Aureliano Segundo se lamentan de “cuánta vida les [ha] costado encontrar el paraíso de la soledad compartida” viii y después de tanto buscar, siguen estando solos individualmente por lo insondable y profunda que es la soledad. Está tan arraigada en las generaciones de los Buendía que terminan aceptándola, e incluso prefiriéndola a la solidaridad. Un gran ejemplo de esto último es Aureliano, que durante su niñez “parecía preferir el encierro y la soledad, y no revelaba la menor malicia por conocer el mundo que empezaba en la puerta de la calle

REMEDIOS LA BELLA, EN ARACATACA MACONDO












REMEDIOS LA BELLA, EN ARACATACA MACONDO

"......sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse.(...) le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, (...) en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria."